Elecciones al Parlamento catalán. Conclusiones.

Finalizado hace unas horas el escrutinio de las votaciones, las primeras conclusiones aparecen claras y confirman los sondeos realizados desde el inicio de la campaña y aun antes.

La primera conclusión, crónica de una muerte anunciada, es el desmoronamiento del Tripartito, que, si sumamos los escaños perdidos entre los tres partidos que lo formaban, suman nada menos que 22 (9 el PSOE, 11 ERC y 2 ICV). Los casos de corrupción y desgobierno generalizado han culminado en un hastío integral del electorado hacia esta formación que nació con el primer y principal fundamento de borrar del mapa electoral y social al PP a través de aquel engendro denominado Pacto del Tinell, burda, cateta y absurda respuesta nacionalista a gobiernos nacionales y autonómicos  (la España de la segunda legislatura del PP y la Comunidad de Madrid), que habían conseguido mayorías absolutas sin torticerias ni alianzas intergalácticas. No sólo no lo han logrado, sino que han muerto indignamente en el intento.

La participación política virtual.

He descubierto, gracias a Nación Red la web Elecciones.es, una interesante aplicación encaminada a la orientación del voto en los procesos electorales creada por Marek Fodor, fundador, entre otras páginas web, de Atrápalo.com, experto en desarrollo de negocios, gestión de arranque, SEO, SEM, y emprendedor de referencia en el mundo de las startups de tecnologías varias tales como comercio electrónico y desarrollo web.

Se trata de una aplicación web cuyo objetivo, según sus creadores, es el de mejorar la política española, de lo cual nos da una idea el hecho de que se centra en las propuestas de los partidos, sistemáticamente olvidadas por las encuestas e incluso por los propios ciudadanos, proposiciones que, una vez estudiadas, son presentadas a los usuarios “para darles una visión rápida de los contenidos que apoyan los diversos partidos políticos y ayudarles así con la decisión de por quién emitir un voto”.

Política o esperpento.

Servidor, que ha tenido la suerte de leer los discursos en las Cortes republicanas que allá por 1932 pronunciaron políticos de la categoría de Azaña y Ortega y Gasset, con eruditas y enconadas disertaciones en torno a muchos temas, de entre los que destaca la discusión sobre el Estatuto de Cataluña (¿os suena?...), no puede por menos que avergonzarse ante el espectáculo que, con el pretexto de las elecciones autonómicas catalanas, están perpetrando la mayoría de partidos políticos que se presentan a dichos comicios.

A estas alturas de partido, ya he perdido toda esperanza de encontrar un orador  brillante y un discurso político coherente, con un mínimo razonable ya no de contenido (que no), sino simplemente de cultura, educación, razones, razonamientos y, si se quiere, de fina ironía y humor con breves dosis de sarcasmo atinado y mordaz como únicas concesiones a lo banal.

No, aquí lo que mola, lo que funciona y cuenta de verdad es la política de brocha gorda, la descalificación de los méritos del contrario para que no se vean mucho los deméritos de quién acusa, el insulto, la marrullería, la chabacanería y el mal gusto. Todo vale con tal de alcanzar el poder o, al menos, un pedacito de sus miserias.

La recompensa de Marcelino

Levantarse temprano tiene sus pros y sus contras.

Que el día te cunde más, que las ideas fluyen más claras y fluidas en los albores y que la desaparición de la negrura de la noche ejerce sobre el hombre un efecto balsámico y esperanzador,  contrario al que produce el cielo azabache dónde se instala la desesperación nocturna es algo innegable.

Unidas a esta frescura matinal que se cuela por mis ventanas, suelen venir las noticias en sus muchos formatos de actualidad, prensa, radio, internet, televisión, y ahí, con la que está cayendo, es cuando noto como mis pies se colocan de nuevo en su medio y altura habitual, es decir, en el suelo y, al compás del desayuno suelo tragar, una tras otra, las innumerables malas noticias que la política y la economía nacional me deparan diariamente, haciendo tambalearse mi matinal optimismo.

La responsabilidad de los políticos

La demagogia es una herramienta frecuente en los tiempos que vivimos, sobre todo en las tertulias y foros políticos que, de por sí, encierran la problemática específica de conocer de antemano y de manera fácil la adscripción política de los tertulianos y ponentes pero no su formación y capacidad para soltar perlas por unas bocas que, demasiado a menudo, deberían permanecer prudentemente en silencio.

Pero no es así y, como digo, con demasiada frecuencia escuchamos y leemos en tertulias y en artículos de opinión afirmaciones y reflexiones que, lanzadas con aviesas intenciones hacia un público tan entregado como cándido en los entresijos que conectan el derecho y la política, caen como cargas de profundidad en el ideario colectivo que, después, será convenientemente retroalimentado en conferencias de tasca y pausa de almuerzo.

 
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