
Hemos rebasado ya en estos días el año y medio de vida de la Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, conocida simplemente como Ley de Igualdad.
Al respecto, unas pocas reflexiones a lo que a lo largo de este año y medio se ha venido hablando de ella, comenzando, como creo no puede ser de otra forma, por remarcar la nota favorable y de calidad que para nuestro Ordenamiento Jurídico supone contar con una Norma de estas características.
Ello supone contar en nuestro Cuerpo Legal con una Ley que desarrolla y positiviza la tan traída y llevada “igualdad formal” que propugna el artículo 9.2 de la Constitución, que aborda el enfoque, digamos práctico, de la “igualdad material” del artículo 14.
Al respecto, unas pocas reflexiones a lo que a lo largo de este año y medio se ha venido hablando de ella, comenzando, como creo no puede ser de otra forma, por remarcar la nota favorable y de calidad que para nuestro Ordenamiento Jurídico supone contar con una Norma de estas características.
Ello supone contar en nuestro Cuerpo Legal con una Ley que desarrolla y positiviza la tan traída y llevada “igualdad formal” que propugna el artículo 9.2 de la Constitución, que aborda el enfoque, digamos práctico, de la “igualdad material” del artículo 14.