
El caso
Gürtel, como piedra angular de la campaña de acoso y derribo del PSOE contra el PP sigue dándonos muestras de lo disfuncional y pernicioso que puede llegar a ser el bipartidismo al que hemos llegado, como consecuencia del parlamentarismo racionalizado, con tendencia a tal bipartidismo, en el que se ha convertido nuestro sistema de representación política, es decir, una
peligrosa confluencia de bipartidismo y
racionalización.
En democracias en las que se suelen producir mayorías absolutas, dónde se origina una fusión
mayoría parlamentaria-Gobierno, cuando los dos partidos predominantes defienden políticas y posiciones irreconciliables y, lejos de afanarse en las labores Gobierno-Oposición, respectivamente encomendadas, se dedican afanosa y continuamente a utilizar y manipular a su antojo los medios de comunicación que a cada uno le son afines, creando así corrientes de opinión desfavorables hacia el adversario, instituciones como el
Poder Judicial son las únicas capaces de mantener el imprescindible
principio de separación de poderes, habida cuenta del escasísimo (por no decir nulo) margen de maniobra con el que la oposición cuenta para articular dignamente su alternativa política, en un marco de parlamentarismo
racionalizado en un en el que la comunión mayoría parlamentaria-Gobierno es total.