La demagogia es una herramienta frecuente en los tiempos que vivimos, sobre todo en las tertulias y foros políticos que, de por sí, encierran la problemática específica de conocer de antemano y de manera fácil la adscripción política de los tertulianos y ponentes pero no su formación y capacidad para soltar perlas por unas bocas que, demasiado a menudo, deberían permanecer prudentemente en silencio.
Pero no es así y, como digo, con demasiada frecuencia escuchamos y leemos en tertulias y en artículos de opinión afirmaciones y reflexiones que, lanzadas con aviesas intenciones hacia un público tan entregado como cándido en los entresijos que conectan el derecho y la política, caen como cargas de profundidad en el ideario colectivo que, después, será convenientemente retroalimentado en conferencias de tasca y pausa de almuerzo.