Anda el vulgo soliviantado estos días con las palabras puestas en boca de la Reina Doña Sofía por parte de la autora del libro La Reina muy de cerca, Pilar Urbano, en las que, al parecer decía, refiriéndose al matrimonio homosexual (sic), "Si esas personas (homosexuales) quieren vivir juntas, vestirse de novios, casarse, pueden estar en su derecho, o no según las leyes de su país; pero que a eso no lo llamen matrimonio, porque no lo es. Hay muchos nombres posibles; contrato social, contrato de unión...".
Pues bien, sin entrar en el fondo de la cuestión, es decir, si a la unión de dos hombres, dos mujeres, dos peras o dos manzanas puede o no llamársele matrimonio, y pese a que tengo mi propia opinión, desde la fidelidad al espíritu de este blog en términos puramente Constitucionales, analizando el tema, no puedo por menos que asombrarme ante la desproporcionada reacción que grupos de homosexuales (gays y lesbianas) han tenido ante las palabras de Doña Sofía.
Pues bien, sin entrar en el fondo de la cuestión, es decir, si a la unión de dos hombres, dos mujeres, dos peras o dos manzanas puede o no llamársele matrimonio, y pese a que tengo mi propia opinión, desde la fidelidad al espíritu de este blog en términos puramente Constitucionales, analizando el tema, no puedo por menos que asombrarme ante la desproporcionada reacción que grupos de homosexuales (gays y lesbianas) han tenido ante las palabras de Doña Sofía.
Vayamos por partes.
Puede, en principio, parecer que el problema proviniese de la colisión de dos derechos, el de los gays y lesbianas a casarse y el de la Reina a hacer uso de la libertad de expresión.
Sin embargo, no me lo parece, ya que, por un lado los derechos de los homosexuales en nuestro país están plenamente reconocidos y a un nivel que pocas naciones conocen y reconocen, siendo buena prueba de ello el hecho de que España es junto con Bélgica, Canadá, Noruega, los Países Bajos, y Sudáfrica (además de en los estados de California, Massachusetts y Connecticut en Estados Unidos), uno de los pocos Estados que reconocen el derecho, a este colectivo.
Por otro lado, está el derecho a la libertad de expresión de la Soberana, y es ahí dónde, a mi entender, reside el problema, porque, pese a lo que pueda parecer, la Reina tiene y puede hacer uso (faltaría más) de su derecho a la libertad de expresión, pese a quien pese. No encuentro en el artículo 20 1 a) mención excluyente alguna acerca de Doña Sofía ni, por extensión, a la Familia Real.
Tampoco creo que sus palabras puedan calificarse de irrespetuosas, para, así, meterlas con calzador en el apartado 4 del mismo artículo 20. Pretender lo contrario sería magnificar el problema de forma gratuíta.
Cosa distinta es que, por prudencia, moderación y un escrupuloso sentido de la neutralidad, Doña Sofía no se haya pronunciado hasta ahora con respecto a éste y otros temas, pero su derecho a la libertad de expresión está ahí y puede hacer uso de él cuando le plazca, sin más restricciones que las aplicables al resto de los mortales.
Pretender lo contrario no sería más que alimentar la paradoja de privar de un derecho fundamental precisamente a una de las principales personas del país, más aún cuando caemos en la cuenta de que, precisamente quienes pretenden cercenar el derecho de Su Majestad son el colectivo (según ellos y ellas mismos y mismas) que más han sufrido en sus carnes la opresión, restricción y conculcación de derechos, así que, si no quieres caldo, toma siete tazas…
Llegado este punto, creo que tengo claro el derecho que la Reina a hacer uso de la libertad de expresión como le venga en gana, así que paso página y me dispongo ufano a analizar (aunque ya he dicho que no me parecen ni siquiera irrespetuosas las palabras) el contenido de la parrafada como si de un aprendiz de la ciencia mayéutica (aunque me falta el maestro) se tratara (o tratase), y nada.
No encuentro en las Reales Palabras indicio delictivo ni ilegalidad alguna.
No injuria, no calumnia, ni siquiera creo que puedan tacharse de tendenciosas sus palabras, sólo expresan una opinión…
Por analogía, intento escudriñar en el Título II de la Constitución para ver si tamaña conducta podría ser objeto de ilícito o reprobación caso de ser llevada a cabo por su marido (el Rey) y ni por esas…
Concepto, funciones, sucesiones, situaciones especiales, refrendos, cuestiones pecuniarias, etc…, pero nada que sea capaz de rebatir a sensu contrario a lo expuesto de manera rotunda en el artículo 20 1 a).
En fin, que desde el punto de vista legal y constitucional, nada que decir. La Reina ha hablado y, aparte del sentimiento subjetivo de despecho y desazón permanente que envuelve el colectivo homosexual, no hallo en la frasecita ilícito alguno ni conducta digna de reprobación.
¿Cómo reprobárselo, además, cuando precisamente el colectivo damnificado no ha tardado ni un santiamén en cargar airadas tintas (con claro y manifiesto uso de su libertad de expresión) en contra de Doña Sofía, demonizando sus palabras y tratando de ver en ellas lo que, de ninguna forma, puede deducirse.
¿Cómo reprobárselo, además, cuando hablamos de una mujer acostumbrada ya, por desgracia, a ver como queman públicamente su foto y el del resto de su familia de manera impune un puñado de iluminados ociosos con ganas de poltrona fácil…?
¿Cómo reprobárselo, además, cuando sobre su persona y la de su familia pesan, de manera permanente y vil, penas de muerte en forma de atentados terroristas…?
Creo, sinceramente que esta mujer se ha ganado a pulso el derecho moral (que el legal ya lo tiene, repito) a hablar, a expresar y manifestar su opinión sobre este y otros temas y que nosotros, el resto de los españoles, tenemos que darnos cuenta, de una vez por todas (que ya va siendo hora…), que esto de la democracia nos vincula a todos, que todos somos destinatarios de sus derechos y libertades y que las obligaciones, además de al resto, nos implican también a nosotros, así que, en este caso, recomendaría al colectivo homosexual en primer lugar, que respeten las palabras de la Reina, como una ciudadana en ejercicio de sus derechos que es al fin, habida cuenta de la habitualidad y vehemencia con la que ellos defienden y hacen uso de los suyos, analicen en su fuero interno si esta reacción no responde a otros problemas bien diferentes a aquel por el que se enojan, y a los poderes públicos, que rápidamente han intentado desmarcarse y rehuir del problema, que hagan un acto de contrición constitucional, "se me lean" 10 veces el artículo 20 y otras 10 el 53 de la Constitución y dejen, por lo menos por esta vez, de someterse a la dictadura de lo políticamente correcto.
¡Hala!, ¡venga, a otra cosa!..., que tenemos encima una peazo de crisis de aquí te espero y no estamos para estas cuestiones…, despejen la vía, señores…
Puede, en principio, parecer que el problema proviniese de la colisión de dos derechos, el de los gays y lesbianas a casarse y el de la Reina a hacer uso de la libertad de expresión.
Sin embargo, no me lo parece, ya que, por un lado los derechos de los homosexuales en nuestro país están plenamente reconocidos y a un nivel que pocas naciones conocen y reconocen, siendo buena prueba de ello el hecho de que España es junto con Bélgica, Canadá, Noruega, los Países Bajos, y Sudáfrica (además de en los estados de California, Massachusetts y Connecticut en Estados Unidos), uno de los pocos Estados que reconocen el derecho, a este colectivo.
Por otro lado, está el derecho a la libertad de expresión de la Soberana, y es ahí dónde, a mi entender, reside el problema, porque, pese a lo que pueda parecer, la Reina tiene y puede hacer uso (faltaría más) de su derecho a la libertad de expresión, pese a quien pese. No encuentro en el artículo 20 1 a) mención excluyente alguna acerca de Doña Sofía ni, por extensión, a la Familia Real.
Tampoco creo que sus palabras puedan calificarse de irrespetuosas, para, así, meterlas con calzador en el apartado 4 del mismo artículo 20. Pretender lo contrario sería magnificar el problema de forma gratuíta.
Cosa distinta es que, por prudencia, moderación y un escrupuloso sentido de la neutralidad, Doña Sofía no se haya pronunciado hasta ahora con respecto a éste y otros temas, pero su derecho a la libertad de expresión está ahí y puede hacer uso de él cuando le plazca, sin más restricciones que las aplicables al resto de los mortales.
Pretender lo contrario no sería más que alimentar la paradoja de privar de un derecho fundamental precisamente a una de las principales personas del país, más aún cuando caemos en la cuenta de que, precisamente quienes pretenden cercenar el derecho de Su Majestad son el colectivo (según ellos y ellas mismos y mismas) que más han sufrido en sus carnes la opresión, restricción y conculcación de derechos, así que, si no quieres caldo, toma siete tazas…
Llegado este punto, creo que tengo claro el derecho que la Reina a hacer uso de la libertad de expresión como le venga en gana, así que paso página y me dispongo ufano a analizar (aunque ya he dicho que no me parecen ni siquiera irrespetuosas las palabras) el contenido de la parrafada como si de un aprendiz de la ciencia mayéutica (aunque me falta el maestro) se tratara (o tratase), y nada.
No encuentro en las Reales Palabras indicio delictivo ni ilegalidad alguna.
No injuria, no calumnia, ni siquiera creo que puedan tacharse de tendenciosas sus palabras, sólo expresan una opinión…
Por analogía, intento escudriñar en el Título II de la Constitución para ver si tamaña conducta podría ser objeto de ilícito o reprobación caso de ser llevada a cabo por su marido (el Rey) y ni por esas…
Concepto, funciones, sucesiones, situaciones especiales, refrendos, cuestiones pecuniarias, etc…, pero nada que sea capaz de rebatir a sensu contrario a lo expuesto de manera rotunda en el artículo 20 1 a).
En fin, que desde el punto de vista legal y constitucional, nada que decir. La Reina ha hablado y, aparte del sentimiento subjetivo de despecho y desazón permanente que envuelve el colectivo homosexual, no hallo en la frasecita ilícito alguno ni conducta digna de reprobación.
¿Cómo reprobárselo, además, cuando precisamente el colectivo damnificado no ha tardado ni un santiamén en cargar airadas tintas (con claro y manifiesto uso de su libertad de expresión) en contra de Doña Sofía, demonizando sus palabras y tratando de ver en ellas lo que, de ninguna forma, puede deducirse.
¿Cómo reprobárselo, además, cuando hablamos de una mujer acostumbrada ya, por desgracia, a ver como queman públicamente su foto y el del resto de su familia de manera impune un puñado de iluminados ociosos con ganas de poltrona fácil…?
¿Cómo reprobárselo, además, cuando sobre su persona y la de su familia pesan, de manera permanente y vil, penas de muerte en forma de atentados terroristas…?
Creo, sinceramente que esta mujer se ha ganado a pulso el derecho moral (que el legal ya lo tiene, repito) a hablar, a expresar y manifestar su opinión sobre este y otros temas y que nosotros, el resto de los españoles, tenemos que darnos cuenta, de una vez por todas (que ya va siendo hora…), que esto de la democracia nos vincula a todos, que todos somos destinatarios de sus derechos y libertades y que las obligaciones, además de al resto, nos implican también a nosotros, así que, en este caso, recomendaría al colectivo homosexual en primer lugar, que respeten las palabras de la Reina, como una ciudadana en ejercicio de sus derechos que es al fin, habida cuenta de la habitualidad y vehemencia con la que ellos defienden y hacen uso de los suyos, analicen en su fuero interno si esta reacción no responde a otros problemas bien diferentes a aquel por el que se enojan, y a los poderes públicos, que rápidamente han intentado desmarcarse y rehuir del problema, que hagan un acto de contrición constitucional, "se me lean" 10 veces el artículo 20 y otras 10 el 53 de la Constitución y dejen, por lo menos por esta vez, de someterse a la dictadura de lo políticamente correcto.
¡Hala!, ¡venga, a otra cosa!..., que tenemos encima una peazo de crisis de aquí te espero y no estamos para estas cuestiones…, despejen la vía, señores…
2 comentarios:
Esto se ha exagerado demasiado.
Como dijo Arturo en las mañanas de Cuatro. Está claro que es una arma del Opus, la secretaria de la reina es del opus y además la escritora es numeraria, con lo cual los beneficios del libro irán hacia la Obra.
Una vez más se manifiesta de actualidad el viejo aforismo de que la mujer del Cesar no sólo debe ser casta, sino parecerlo. Viene a cuento ahora, si se me permite la reflexión, porque siendo indubitable el derecho que asiste a Doña Sofía a expresar libremente su parecer, su opinión, sobre el tema, también es oportuno el recordar la categoría constitucional que tiene su figura. En España la reina es algo más que un mero "consorte" del rey, a diferencia de lo que sucede en Gran Bretaña (Duque de Windsor, que no Rey) y por ello mismo, apelando al buen juicio y a la prudencia, tal vez, quizás, a pesar de ser un derecho falte recordar que no existe obligatoriedad de su ejercio y que, desde luego, dado su papel de alta representación "de todos los españoles" tantas veces pregonado, tal vez, quizás, el comentario ha sido como manifestaba más arriba, inoportuno.
Cabría indagar en qué circunstancias se produjo y si había especial interés por quién lo reprodujo en sacarlo a colación.
Cabría preguntarse si, al igual que los jueces y otras magistraturas públicas tienen a gala no emitir juicios ni opiniones de carácter político por más que sin duda las tengan, en virtud del rol de "potestas" que encarnan, Doña sofía no debiera haber seguido la misma línea.
Cabría preguntarse también si, tras el revuelo provocado por esta opinión de Sofía de Grecia a nivel particular no se esconde una excusa para atacar algo muy distinto, la institución monárquica o, tal vez, quizás, tender una cortina de humo que hurte actualidad a temas, como pone de manifiesto javier, más urgentes y de más repercusión, todo lo relacionado con la crisis en la que estamos entrando.
Verdaderamente la respuesta no es fácil, no me considero en absoluto ni guardián de la ortodoxia ni investido de la verdad, pero yo sí, como ciudadano de a pie, opino... y lo dejo abierto, me quedo aquí: Sofía de Grecia está en su derecho, pero tal vez, quizás, la reina de España podía haber prudente y "graciosamente" soslayado el tema, al igual que lo hace con la opinión que sin duda tiene sobre la práctica de gobierno, el funcionamiento del parlamento, o los retoques estéticos de su propia nuera.
La libertad de expresión es, existe, pero ni es obligatorio pronunciarse sobre todos los temas posibles ni tampoco la prudencia, predicable mayor en los más grandes, lo aconseja.
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